miércoles, 30 de abril de 2014

Refugiados

Ambos se encuentran en el exilio, como tantos otros, desde hace años, muchos años. Ni siquiera saben cuántos, no quieren pensarlo. Han venido huyendo desde hace mucho tiempo, su historia es similar a la de tantos otros fugitivos.

            Ella ha preferido sumergirse en el tejido, teje gorros de estambre, muchos de ellos, todo el tiempo. Le emociona tejerse un nuevo gorro, un suéter de vez en cuando. Es feliz combinando líneas, colores, texturas. No hay mayor placer que mirarse al espejo cuando ha terminado un gorro o un suéter nuevo. Si no le gusta, siempre se lo regala a él. También tiene a sus perros, con ellos expresa el amor que tiene miedo de demostrar, el que no posee, el que le fue negado, el que se niega a sí misma. Con sus perros en cambio, se siente querida y quiere, los quiere mucho. En el exilio siempre es difícil encontrar con quien expresar todo el cariño que el dolor ha opacado por años. Ella no quería estar sola, tiene pavor a la soledad, de manera que ha logrado hacerse de compañía. Ha contenido su voz, como una forma de reprimirse a sí misma. Su voz es débil, temblorosa. La usa suave, mustia, con la que libera el odio y la frustración acumulados, tal vez la envidia cuando se asoma a vidas mejores. También su voz suave y chillona le permite abrirse camino como víctima y para, al mismo tiempo, infringir venganza. Infringe una constante venganza en cada momento, en cada persona, por la maravillosa vida que le ha sido negada. Cuando la usa en tono alto y claro es acaso para demostrar en un desesperado intento que ella tal vez puede, ocasionalmente, salir de sí misma, ser ella y tener una vida digna; también para demostrar que su vida no es tan patética como pareciera. Vanos intentos que no logran más que hacer más evidente su silencio triste y continuo.

Él, por otro lado, tras el exilio encontró un trabajo en que sumergirse, encontró el olvido en el monótono trabajo frente a una computadora. En ella pasa largas horas, escribiendo, programando. También llena su vida de pequeñas tareas para callar el silencio, para no pensar, para no recordar la frustración, el dolor, la soledad. Siempre está ocupado. Se agota a sí mismo para no pensar en el pasado, para no pensar en el presente, para olvidar que no hay nadie en su cama que lo espere con abrazos ni deseo, para olvidar que nunca ha habido nadie. Es mejor agotarse, sirve de excusa y justificación. Así que al llegar la noche lo único que desea es dormir. El sueño, ese amante complaciente, lo espera con dulzura y siempre le ayuda a olvidar. El exilio es siempre doloroso.


            Las vidas de Ruth y David se entrecruzan ocasionalmente, los une su condición de refugiados, de la que nunca hablan. En realidad prefieren no hablar mucho de nada. Viven refugiados de sí mismos, desde hace años, refugiados de sus propios miedos que nunca quisieron enfrentar. Viven juntos, en un matrimonio estéril que no saben cómo llegó y del que jamás se cuestionan salir. 


jueves, 24 de abril de 2014

El Beagle

El viejo garabatea en su libro de notas nuevas ideas tras notar las lluvias torrenciales que ha observado en los desiertos costeros que su barco recorre. Ha visto los ríos cargar toneladas de sedimento y depositarlos en el mar, sobre los arrecifes, ha visto también cuerpos de aves flotando cubiertas de una sustancia negra y oleaginosa. Catástrofes naturales y otros eventos inundan sus pensamientos y su mente oscila de una idea a otra sin que la pluma y la mano la puedan seguir. El viejo acaricia su barba, se rasca la nariz, limpia sus lentes cubiertos de brisa marina y continúa escribiendo.

            Por muchos años él y su tripulación han recorrido las costas de los siete mares. Han visto los paisajes cambiar, las aves desaparecer, los animales extinguirse. El viejo sigue escribiendo en su cuaderno de notas mientras una lágrima escurre por sus mejillas. Por años ha viajado en aquel barco que tanto ama y que tan determinante ha sido en su vida. Por años ha estado tan absorto en sus ideas y sus observaciones que está a solo unos minutos de, por primera vez en todos esos años, darse cuenta de que no se ha cruzado con ningún otro barco en ninguno de los mares y costas que ha recorrido.

            Rompe en lágrimas en un llanto ahogado que le empapa la barba y los anteojos y que le deja en los labios un gusto marino. Se siente solo, confundido. Siente que todos esos años han sido inútiles porque cada vez está más lejos de poder dar una explicación a los fenómenos naturales que lo han apasionado por años. Con los ojos todavía empapados en lágrimas se asoma a cubierta para observar a la tripulación. Los nota a todos tranquilos, unos trabajando y otros fumando y platicando entusiasmados sobre el viaje como si acabaran de zarpar. El viejo se siente más solo, pues ahora siente que quizá sea la vejez la que ahora le impide aclarar sus ideas y entender el transcurso del tiempo. Con manos temblorosas busca entre sus cosas los cuadernos de notas, abre una caja, abre otra y la miríada de cuadernos negros y fechados lo avasalla provocándole otro ataque de llanto. Con la respiración ahogada saca la caja del fondo para corroborar la fecha en el primer cuaderno de notas. El llanto no le permite ni respirar cuando se da cuenta de la fecha en ese primer cuaderno de notas y la compara con la fecha que escribió en la mañana. Solo, confundido, profundamente triste y desolado, el viejo se duerme con sus propias lágrimas.

                El barco que más navegó está a punto de terminar su deriva en el tiempo. Atrapado por siglos, el barco y su famoso navegante se acercan a la tormenta que por segunda vez en esa noche atemporal hundirá al Beagle en un océano desconocido.
HMS Beagle by Conrad Martens.

martes, 15 de abril de 2014

Simetría

Hoy leerás un texto sobre la simetría y de cómo un lado es el inverso exacto del otro si pasamos una línea central imaginaria.  Pensarás si es que esto es posible, dudarás, tratarás de olvidarlo y volverás a darle vueltas a la idea. Saldrás a la calle y te fijarás con cuidado en la gente que camina cerca de ti. Verás que aquel hombre que vende periódicos tiene una oreja más arriba que la otra y que la guapa joven de cabello amarillo tiene caído el hombro derecho. Voltearás a ver el cielo y pensarás que no puedes ver el inverso simétrico que mencionaba el texto. Seguirás caminando y verás un charco de agua en el piso, verás una imagen especular. Verás que todo lo que te rodea está ahí dentro, en ese pequeño charco de agua. Seguirás mirando hasta descubrir poco a poco que hay una imagen completa del cielo que mirabas hace unos minutos, ahí, en ese charco de agua. Pensarás, te preguntarás si esos dos lados simétricos forman parte de una misma cosa, como cada uno de los lados de un rostro. Entonces creerás que ese cielo que miraste antes era un cielo incompleto, que lo que viste era solo la mitad del cielo. Pensarás en ti y en tu simetría y en la otra parte que se refleja en el agua. Creerás que sólo has visto la mitad de ti mismo durante toda tu vida. Sentirás miedo, te sentirás desmembrado, como si de repente alguien te hubiera partido justo a la mitad. Verás que también otros espejos pueden reflejarse en ese charco de agua, uno dentro del otro, sucesivamente. Verás que estás en un mundo donde las simetrías se multiplican. Empezarás a buscar más espejos dentro del charco de agua. Empezarás a ver los reflejos de los reflejos de los reflejos. Cada vez te sentirás más roto y verás que sólo has visto partes de las cosas y que nada de lo que habías visto hasta el momento era completo. Después de leer el texto creerás temerle a los espejos.


viernes, 11 de abril de 2014

Una noche en verano un sueño

Me despierto, en un instante abro los ojos, de un salto estoy en la ventana. Ha llegado la hora. Veo la luna, el aire huele a selva, a cuerpos húmedos. Comienzo a prepararme. Aceite untado sobre todo el cuerpo, aceites de olores varios, olores antiguos. Preparo mis armas, mis ojos adquieren un nuevo brillo, es la anticipación de lo que ocurrirá. Empiezo a sentir con más fuerza su aroma, cada vez la localización la tengo más clara, he de caminar hacia el sur. Siento los músculos tensos, listos, la energía recorriendo mi cuerpo.

 Salgo, corro rápidamente, viendo a los demás que no me observan, acaso los toco un poco para que no olviden que nos hemos encontrado, los miro, mi trabajo ha sido excelente, solo bastó una vez y el recuerdo del encuentro sigue y seguirá ahí. Siento el roce de las hojas, de los troncos, el roce de los animales, su olor me inunda, me embriaga. Me detengo un poco, busco el aroma, lo encuentro y continuo, cada vez más rápido, cada vez con más certeza. Veo una ventana, ahí está ella, su aroma alumbra la casa como un resplandor que solo yo puedo ver.

Con solo pensarlo estoy en su ventana. La veo dormir, sé que será fácil. Entro en su cuerpo, caliento su piel, los dedos de sus manos se extienden y su mano se abre. Mueve la cabeza, casi despierta, pero luego cede fácilmente. Sigo recorriendo su piel, buscando el lugar preciso. Su espalda se arquea, comienza a sudar. Ahora ya no quiere despertar, se ha entregado, desea que la noche sea larga. Estoy en su sueño, el lugar donde uno puede olvidarse de sí mismo, y ella lo hace. Es una fiesta para ella y para mí. Yo sigo buscando, su vientre se eleva con suavidad, siente algo diferente en su sexo, se resiste un poco y cede. El amanecer por fin se asoma.

Salgo de ahí y recorro rápidamente el camino de regreso, pero ahora voy relajada, satisfecha. Ahora deseará, será como si estrenara cuerpo. Algo dentro de ella ha cambiado, algo que ella no intuye. Durante unos días, se sentirá un poco rara, temerá que se le note. Pero después se acostumbrará y aprenderá poco a poco. Sé que ahora despierta. Caminará siendo otra, con otro aroma, con otro ritmo, con otra conciencia y otra cadencia. Ahora está lista.

Yo dormiré de día hasta el próximo amanecer.


miércoles, 2 de abril de 2014

Hay al-Gailani

Dos hermanos en Hay al-Gailani, salen temprano de su cabaña. En ese suburbio, las casas son antiquísimas barracas en una de las zonas de  pobreza más terribles de Bagdad.
Es temprano, pero a las siete de la mañana el calor ya se ha puesto en pie y la tierra seca se levanta en rutinarios remolinos anárquicos alrededor de las barracas. Los hermanos suben a su automóvil, van a buscar trabajo, a visitar a otros familiares, a cualquier cosa. Ven a lo lejos un puesto de revisión de las tropas de la coalición y deciden no detenerse, -¡que se jodan los invasores!- dicen, y manejan sobre el alambre de púas que intenta detenerlos. Fue lo último que supieron. Dos jóvenes soldados estadounidenses, al ver el automóvil avanzar y narcotizados de impaciencia, terror, poder y fanatismo, repetidamente disparan al automóvil que comienza a arder en llamas.
El automóvil arde por media hora hasta que todo lo que podía consumir el fuego acaba de consumirse. Todo se reduce a ennegrecidos y carbonizados fragmentos de lámina, partes automotrices y humanas. Los soldados no esperan a que el automóvil termine de arder, simplemente se marchan, a no dar cuenta de lo sucedido, a desayunar, a masturbarse, a cualquier cosa.
Mientras se consume el automóvil, otros habitantes de Hay al-Gailani observan el suceso, unos intentan apagar el fuego, otros observan el fuego pensando en los hombres quemados vivos, en los marines, en sus hijos o padres muertos, en cualquier cosa. Sus ojos fijos en el fuego casi ni parpadean mientras los remolinos de aire caliente y tierra seca se confunden con el humo que sube sobre Bagdad. Después de que el fuego se apaga, intentan averiguar quiénes eran. Imposible tarea: no queda nada que pueda identificarlos, ni siquiera las placas del automóvil son visibles. A las 10:30 los restos carbonizados de los hermanos son llevados en bolsas de plástico por otros habitantes de Hay al-Gailani a la morgue del Kindi.

A solo 36 horas de la presunta muerte de Uday y Quday, hijos de Saddam Hussein, otros dos hermanos mueren juntos. Pero las fotos de sus cuerpos irreconocibles y calcinados no poblaran los diarios alrededor del mundo. 
Historia basada en hechos reales.