martes, 22 de octubre de 2013

Reloj de arena

El tiempo se mide en soles, soles que circulan el cielo, que entran y salen de la bóveda celeste, que suben y bajan, soles que calientan.
El tiempo se mide en lunas, las que nos dieron luz, las que no estuvieron, en las que quisimos amar y amamos, las lunas rojas del atardecer.
El tiempo se mide en olas, las olas de las que huimos, en las que nos adentramos, sobre las que navegamos, las olas llenas de espuma y sal.
El tiempo se mide en palabras, las que aprendimos y olvidamos, las que susurramos y callamos, las sonoras y poderosas palabras que pensamos.
El tiempo se mide en caminos, los que andamos y los que evitamos, los que inventamos, los caminos que nos esperan y los que nos desesperan.
El tiempo se mide en ríos, los que nos traen agua y cantos rodados, los que nos arrastran, los fragorosos ríos que nos recorren por dentro.
El tiempo se mide en silencios, los que tememos, los que caen como truenos, los que nos juntan y separan, los suaves silencios que buscamos.
El tiempo se mide en miradas, las que ocultamos, con las que acariciamos y entramos, las miradas con las que vemos, entendemos y aprendemos.
El tiempo se mide en estrellas, las que caen y las que mueren, las que nos guían, las estrellas que nos cubren con su luz de soles lejanos.
El tiempo se mide en caricias, con las que buscamos y encontramos, con las que recorremos, las caricias que iluminan y nos abren los ojos.
El tiempo se mide en soles, lunas, olas, palabras, caminos, ríos, silencios, miradas, estrellas, caricias. El tiempo es arena, solo es arena.

El tiempo es un reloj de arena. 

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